REFLEXIÓN: ¿CÓMO PUEDE LA FILOSOFÍA DE HANNAH ARENDT AYUDARNOS A ENFRENTAR LAS AMENAZAS ACTUALES A LA DEMOCRACIA?




La filosofía de Hannah Arendt se desarrolla con la finalidad de obtener la capacidad de comprender la categoría fáctica de la maldad banal que la filósofa propone para caracterizar el comportamiento obediente, no el racional. En este punto encontramos el hecho clave que nos ayudará a hacer frente a las amenazas actuales a la democracia por el hecho de que el problema recae, especialmente, en que cuando obedecemos dejamos de pensar por nosotros mismos.
Afirma Arendt que en los seres humanos destacan, principalmente, dos capacidades: pensar y actuar. Nuestro diálogo interior sobre aquello que ocurre en el exterior posibilita un distanciamiento de la realidad, y este distanciamiento provoca la libertad. Tenemos libertad para llevar a cabo nuestras propias interpretaciones del mundo, pero, ¿qué pasa cuando nos encontramos frente a un estado totalitario? ¿Por qué la autora afirma que estos van en contra de la libertad individual del pensamiento propio? La respuesta es que, en los totalitarismos, los seres humanos pierden su condición humana, es decir, que se les degrada y se les niega la capacidad de actuar y pensar libremente. Los totalitarismos conllevan una serie de mecanismos creados para extirparnos la personalidad y el juicio crítico. Mediante la propaganda, no trata de hacernos creer cosas nuevas, no quiere enseñarnos nada, lo que persigue es que, poco a poco, olvidemos lo que ya sabíamos. Actualmente, en las redes sociales, la prensa y la televisión, vemos tanta cantidad de ‘fake news’ que acabamos por decir ‘yo ya no me creo nada’. Esta es su estrategia, esta es la finalidad de la propaganda, confundir la realidad con la falsedad y eliminar así la capacidad de juicio de las personas para que no sean capaces de tomar decisiones.
Volviendo a la concepción de pensamiento de Arendt, esta afirma que la acción de pensar es crear y no reproducir pensamientos de otras personas. El pensamiento quiere ser comunicado a otras personas y ligado a la noción de pensamiento, encontramos la de acción, que es, precisamente, la intervención humana en el mundo. La pluralidad es un derecho que poseemos como parte de la especie humana y es posible gracias al pensamiento y la acción libre. Como he mencionado anteriormente, tenemos la capacidad de pensar y actuar sin condicionantes, escuchando únicamente a nuestro mundo interior, por tanto, Arendt considera estas características, pensamiento y acción, esenciales para gozar de una vida plena. La vida que merece la pena ser vivida es aquella que nos permite elaborar nuestras propias posibilidades a través de la acción y el pensamiento, y esta solo es posible si mantenemos el contacto con otras personas, es decir, dentro de la esfera pública, atendiendo a la diversidad y la pluralidad de opiniones.
Una vez establecida la distinción entre pensamiento y acción libres, trataré de explicar desde el punto de vista de Hannah Arendt como los totalitarismos afectan a personas en apariencia ‘normal’ y cómo podemos evitar caer en su trampa.
La filósofa analizó el proceso judicial de Eichmann en una serie de artículos, en los cuales concluyó que este no era una mala persona, era un burócrata dentro de un sistema totalitario al que le habían extirpado la capacidad de pensar y actuar de forma libre, lo habían reprogramado para obedecer órdenes, no para cuestionarlas. Como ya he explicado, el totalitarismo se caracteriza por hacer desaparecer la política, se les niega a los seres humanos su condición humana, son reducidos a cosas en tanto que se les niega su capacidad de actuar y pensar libremente. En los sistemas totalitarios, los componentes que interactúan están coordinados y manipulados por la burocracia en un entramado de sistemas de oficinas que dificultan la localización de la responsabilidad, así como la identificación del contrario; de esta forma, se puede llevar a cabo uno de los principios más poderosos del totalitarismo, la deshumanización de estos sistemas. Este entramado burocrático elimina la distinción entre la esfera privada y la pública, esto conlleva que el comportamiento de las personas en sociedad sea más visible, que todo el mundo lleve una vida transparente y sin secretos, de esta forma, no tendrán ningún mecanismo de defensa frente al Partido o el Estado, sus vidas estarán expuestas y esto les abocará al aislamiento de la sociedad: no sé de quién me puedo fiar porque no sé quién puede ser miembro del partido y darme problemas. Las personas quedan incomunicadas y, si no hablan entre ellas, no ven que hay un problema, no piensan, no actúan y pasan a ser una herramienta más del Estado totalitario.
No obstante, los sistemas totalitarios no se imponen de un día para otro, Hannah Arendt identifica dos formas de proceder, la primera, la de aquellos gobiernos que hacen posible su poder mediante la instrumentalización del terror, como los totalitarismos, y las que dominan a la sociedad mediante la violencia, como es el caso de las tiranías. Las tiranías controlan a la población mediante la violencia que aplica a sus enemigos, en cambio, el totalitarismo no solo aplica la violencia contra sus enemigos, también contra aquellos que los defienden y a sus propios simpatizantes. Como afirma Arendt: ‘El clímax del terror se alcanza cuando el Estado policial comienza a devorar a sus propios hijos, cuando el ejecutor de ayer se convierte en la víctima de hoy.’ Es necesario diferenciar la violencia de la sociedad actual y el terror del totalitarismo, es decir, la violencia del totalitarismo hace referencia a la violencia en estado puro que afecta a cada individuo de la sociedad. Todavía no se ha podido contestar a la pregunta de cómo las personas pueden ser tan inhumanas entre ellas, pero según la ideología totalitaria, se dice que esto se consigue mediante la cosificación del enemigo.
Centrándonos en la violencia, podemos decir que es una herramienta útil de imposición de un determinado objetivo social, ya que, un gobierno con un gran apoyo social, accede a una gran cantidad de poder sin tener que recurrir a la violencia, por eso, los gobernantes tiránicos, tienen que recurrir a la violencia, porque no tienen el apoyo de la sociedad, y en una sociedad unida que conoce sus derechos y sus deberes, es difícil imponer una tiranía.

Actualmente, un sector de la política mundial, no solo española, trata de implantar el miedo en la ciudadanía con mensajes de odio, mentiras y conductas antidemocráticas. Este sector sabe cómo actuar y con quien hacerlo, de manera que sus mensajes van dirigidos a personas con menos recursos, culpando al gobierno o a los antiguos gobiernos de su situación, creando crispación y odio. Sabemos que este tipo de discurso no es nuevo, es un recurso utilizado por muchas otras personas a lo largo de la historia. No tienen soluciones, no pueden aportar nada, de manera que para conseguir lo que quieren, lo que hacen es destruir. Estos días hemos visto como el mundo entero se ha movilizado por el asesinato, por parte de un policía norteamericano, del ciudadano afroamericano George Floyd, también hemos visto como las feministas alzan los puños para reivindicar el lugar de las mujeres en la sociedad y denunciar la desigualdad y la violencia a la que están sometidas, hemos visto a personas, durante la pandemia, demostrar una humanidad y una solidaridad inmensa con sus vecinos y con desconocidos. Hemos visto de lo que es capaz una sociedad unida ante la adversidad. Hemos presenciado como los oprimidos se han unido para enfrentar un sistema que continúa asfixiando y condenando al diferente. Pero también hemos sido testigos de cómo algunos sectores políticos han querido sacar beneficio de las desgracias, deshumanizando a las víctimas y manipulando a la opinión pública mediante discursos de odio, mentiras y manipulaciones.
Esta es la clave para que los totalitarismos no vuelvan a formar parte de nuestras vidas y eliminar los que todavía existen en el mundo. Para enfrentar las amenazas actuales a la democracia y siguiendo a Hannah Arendt, hay dos vías que tienen que ir de la mano: la educación de calidad y la comunicación entre los ciudadanos. Una educación de calidad es la garantía de una futura sociedad de librepensadores, nuevas generaciones de personas criadas con los valores de la igualdad, la tolerancia, el diálogo y la democracia. Esta educación conseguirá que los individuos interioricen las normas de convivencia y los conocimientos teóricos y prácticos que permitirán que se conviertan en individuos útiles para la sociedad donde desarrollamos nuestra vida. Inevitablemente, de una sociedad bien educada en valores, vendrá una sociedad unida que sabrá hacer frente al intento de implantación de sistemas totalitarios y tiranías en el mundo de hoy y del futuro. Si hay educación y hay unidad, no hay miedo, y, por tanto, podremos conseguir que la democracia continúe su desarrollo y mejora sin tener que hacer frente a ideologías obsoletas.

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